Hace rato que estoy frente a la pantalla buscando un inciso que englobe de manera eficiente aquello que quiero que entiendas. Seguramente si sos joven, vago, lumpen o privilegiado, no estés de acuerdo conmigo, pero como me importa un pepino lo que pienses te lo digo y te lo redigo, porque además soy guapo, y más guapo me vuelvo aún cuando la distancia que hay entre nosotros nos divide en tiempo y espacio. Sí gil, guapo. Y más guapo todavía porque tengo seudónimo. ¡Banana! ¡Zopaboba! ¡Gil de goma! Esta brecha que hay entre nosotros me vuelve intocable, impune. Lo que trato de decirte, y te la aguantás aunque pienses distinto, es que ¡enero es un asco! Sí un asco, una porquería de mes, una verdadera peste.
Esta primera quincena encerrado en Montevideo es insoportable, parece que todos los días son domingos. No hay nadie. Mi abuela diría, "no quedaron ni los perros", lo que es verdad. El salchicha del cornudo de mi vecino - que nunca se va a enterar que soy yo el que le digo cornudo porque como tengo seudónimo soy intocable, impune- se fue de veraneo a Costa Azul. El perro, el cornudo del perro del cornudo de mi vecino está en Rocha pasándola bomba y yo acá en estas cuatro paredes maldiciéndolo, rezando para que vuelva el conflicto de salvavidas y se ahogue el maldito.
Cansado de mi desgracia, el viernes, apenas salí de trabajar decidí ir a visitar a los vagos de mis amigos que también estaban en Rocha - igual que el cornudo del perro de mi vecino y el más cornudo aún, mi vecino -. Pues bien, me fui a Rocha, tres horas de ruta viendo pasto, pasto, pasto y cada 20 km. una vaca que asomaba la cabecita entre los yuyales. Cuanto pasto al pedo, suerte que somos un país ganadero. Por fin llegué, luego de retocarme la raya con un marcador fino que había procurado llevar, me encontré con los fracasados de mis amigos.
Dejé los bolsitos en el camping - un mugrero - y arranqué rumbo a la playa. Ahí nomás me tiré en la arena para mirar a las chichis. Cuerpos esculturales, mujeres maravillosas, divinas, casi supermodelos. ¡Mierda, están todas buenas! Recontra fuertes e inalcanzables. Porque si hay un ámbito en donde mis cuarenta kilos mojado pasan vergüenza, es en la playa. Estoy rodeado de ursos asquerosos que en vez de brazos tienen montañas de ruedas colgando de los hombros, bronceados, afeitaditos - se afeitan el pecho estos maricas y lo peor es que a las mujeres les gusta -. Y yo que ni se nadar - ni siquiera se hacer el perrito, que seguramente el cornudo del perro de mi vecino si sepa -. En fin, me pongo contento pronunciando la frase que nos llena de orgullo a todos los alfeñiques como yo: "estos son todos putos, además se matan a pastillas; ¡prefiero tener los brazos flacos y no el pitito chico!"
Por eso mientras estaba tirado en la arena me di cuenta que no importa si estoy en Montevideo, Rocha o Acapulco; esté donde esté: ¡enero apesta!
Mosquito Tito
1. Cuando le digo cornudo a mi vecino aclaro que se trata de una alegoría, ya que a la vieja cacatúa de la mujer no se la puede tocar ni con un rastrillo.
Esta primera quincena encerrado en Montevideo es insoportable, parece que todos los días son domingos. No hay nadie. Mi abuela diría, "no quedaron ni los perros", lo que es verdad. El salchicha del cornudo de mi vecino - que nunca se va a enterar que soy yo el que le digo cornudo porque como tengo seudónimo soy intocable, impune- se fue de veraneo a Costa Azul. El perro, el cornudo del perro del cornudo de mi vecino está en Rocha pasándola bomba y yo acá en estas cuatro paredes maldiciéndolo, rezando para que vuelva el conflicto de salvavidas y se ahogue el maldito.
Cansado de mi desgracia, el viernes, apenas salí de trabajar decidí ir a visitar a los vagos de mis amigos que también estaban en Rocha - igual que el cornudo del perro de mi vecino y el más cornudo aún, mi vecino -. Pues bien, me fui a Rocha, tres horas de ruta viendo pasto, pasto, pasto y cada 20 km. una vaca que asomaba la cabecita entre los yuyales. Cuanto pasto al pedo, suerte que somos un país ganadero. Por fin llegué, luego de retocarme la raya con un marcador fino que había procurado llevar, me encontré con los fracasados de mis amigos.
Dejé los bolsitos en el camping - un mugrero - y arranqué rumbo a la playa. Ahí nomás me tiré en la arena para mirar a las chichis. Cuerpos esculturales, mujeres maravillosas, divinas, casi supermodelos. ¡Mierda, están todas buenas! Recontra fuertes e inalcanzables. Porque si hay un ámbito en donde mis cuarenta kilos mojado pasan vergüenza, es en la playa. Estoy rodeado de ursos asquerosos que en vez de brazos tienen montañas de ruedas colgando de los hombros, bronceados, afeitaditos - se afeitan el pecho estos maricas y lo peor es que a las mujeres les gusta -. Y yo que ni se nadar - ni siquiera se hacer el perrito, que seguramente el cornudo del perro de mi vecino si sepa -. En fin, me pongo contento pronunciando la frase que nos llena de orgullo a todos los alfeñiques como yo: "estos son todos putos, además se matan a pastillas; ¡prefiero tener los brazos flacos y no el pitito chico!"
Por eso mientras estaba tirado en la arena me di cuenta que no importa si estoy en Montevideo, Rocha o Acapulco; esté donde esté: ¡enero apesta!
Mosquito Tito
1. Cuando le digo cornudo a mi vecino aclaro que se trata de una alegoría, ya que a la vieja cacatúa de la mujer no se la puede tocar ni con un rastrillo.
1 comentario:
hola soy maribel seguramente mary sabra quien soy,la pagina esta muy buena! suerte besos........
maribel desde arroyo seco
(les aviso arroyo seco no es campo)
Publicar un comentario